viernes, 15 de enero de 2010

Bienvenidos a lo normal

Tras quince años de espiral enloquecida, volvemos a sentirnos cómodos con productos baratos, a huir de los excesos y de lo ostentoso, a buscar viviendas razonables a precios justos

Montserrat Domínguez

Victoria Beckham se quita pecho: lo leí ayer en este diario. Si además se baja de los estilettos de 20 cm, será que se ha sumado –consciente o no– al movimiento "normal": la normalidad ha vuelto para convertirse en un valor en alza.
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Lo cuenta Newsweek esta semana: tras quince años de espiral enloquecida, volvemos a sentirnos cómodos con productos baratos, a huir de los excesos y de lo ostentoso, a buscar viviendas razonables a precios justos. Una sabrosa y honesta escudella desplaza en la mesa a los manjares exóticos y las cuentas desorbitantes. En la calle, ni rastro de los tacones de vértigo sobre plataformas ortopédicas que inundan las páginas de moda de las revistas. Los datos de turismo son realistas: el de negocios, el de los hoteles acristalados y spas de espuma de caviar, está de capa caída.

Dejemos lo extravagante para la literatura, el cine y la tele, el arte y la red, o para pequeñas ráfagas de amor propio. Exijámonos mesura y exijámosla en nuestro entorno: mesura a los banqueros en sus bonus, a los empresarios con los ERE, a los sindicatos en sus posiciones maximalistas. Se llevan los políticos eficaces –léase la significativa columna de Fernando Ónega sobre José Blanco de ayer– y las obras públicas ajustadas a la realidad, porque, ¿qué sentido tienen ahora las obras mastodónticas que lastrarán durante años la rentabilidad de un aeropuerto? (La hermosa T4 de Barajas o T1 de El Prat, por ejemplo, cuando estén rentabilizadas serán ya obsoletas).

Pidamos mesura a los jueces: a los magistrados del Tribunal Constitucional que deben decidir sobre el Estatut, y a quienes quieren cargarse al Constitucional; mesura al juez que pide al alcalde de la fantasmal Seseña un millón de euros de fianza por sus "calumnias" contra el Pocero; y mesura al otro juez –Rodríguez– que pide para dos periodistas de la Ser cárcel e indemnizaciones extravagantes por informar sobre un fraude: les presume solventes al comparecer "con un letrado de confianza" (sic).

A algunos alcaldes también hay que exigirles mesura, porque volver a la normalidad no significa volver al pasado: hay cosas que nunca volverán a ser como antes. En España pronto habrá un millón de inmigrantes en paro, de acuerdo con el Anuario de la Inmigración 2009, que conocimos ayer. Comono hay dinero, envían menos remesas a sus países de origen, dejan de pagar las hipotecas contratadas a bajo coste o comparten más aún las viviendas: en Madrid, casi un 10% convive con más de siete personas. La crisis les azota con mayor virulencia, pero sólo una pequeña parte se irá: por tanto, y aunque no voten, la prioridad de cualquier dirigente local es hacer malabarismos para que los servicios municipales les atiendan a ellos y a todos.

Cuando los tiempos vienen duros, es un error dejar que la desesperanza abone el terreno a los populistas, los xenófobos y los grandilocuentes. Da igual que medren en Vic, en Torrejón de Ardoz, en Calabria o en Alemania: en Europa ya aprendimos esa lección.

Najat, ilegal
José Martí Gómez me recuerda que esa prodigiosa escritora que es Najat el Hachmi llegó a Vic desde Marruecos con 8 años y que, tras estudiar y prepararse como la mejor, tuvo que aceptar los trabajos que ningún autóctono quería. Ahora, si se cumple la absurda norma del alcalde de no empadronar "ilegales", Najat ni siquiera podría haber estudiado. Cuenta Martí que, tras la escuela, apenas hay programas de integración.

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