jueves, 15 de octubre de 2009

Librerías y carteleras se llenan de títulos fascinados por el mal

Si hay un tema recurrente en las librerías y las carteleras occidentales, un tema de fondo que contamina novelas y filmes, directa o tangencialmente, es la fascinación por el Mal, el Mal entendido como la capacidad del ser humano por destruir a otros seres humanos.

No es sólo la antigua fascinación por los clásicos personajes malvados del cine de terror o del thriller, sino una avalancha que no cesa de obras en las que se reviven las atrocidades individuales de las guerras europeas de los años 30 y 40 y, como novedad masiva tras la caída del Muro de Berlín, los horrores del día a día de millones de personas sometidas a la represión comunista.

En esta recuperación de la memoria al margen de las historias oficiales, se han roto muchos tabús: en España ya no sólo se habla del franquismo, sino también salen a la luz, esta vez con objetividad, los crímenes del bando republicano. Numerosos libros desarrollan las tesis de Goldhagen en Los verdugos voluntarios de Hitler (Taurus) documentando la complicidad activa de la sociedad alemana en el exterminio de judíos.

Otros tantos escritores, cineastas o ensayistas, como la nueva premio Nobel, Herta Múller, Grosman (Vida y destino, Galaxia Gutenberg), Orlando Figes (Los que susurran, Edhasa), desarrollan la responsabilidad de millones de rusos en el terror estalinista. La exquisita editorial Minúscula publica testimonios imprescindibles de ambos bandos.

El Aleph edita los cuentos completos de Primo Levi. Vollmann levanta un gigantesco mapa sobre las raíces de la violencia en Rising Up and Rising Down y muestra las paradojas de los totalitarismos en Europa central (Mondadori) Wadja recuerda en su filme Katyn la masacre de 20.000 polacos ordenada por Stalin en 1940.

Antony Beevor, en su libro Berlín. La caída (Critica), provocó las protestas de uno y otro bando al desvelar al gran público las violaciones sistemáticas de mujeres alemanes por las tropas del Ejército Rojo, mientas su último libro, sobre el desembarco de Normandia, aún no ha sido publicado en Estados Unidos: los testimonios cotidianos de los soldados aliados distan mucho de la visión heroica oficial y hay saña primitiva, racismo, torturas caprichosas.

"¿Qué diferencia hay entre arrojar 500 bebés a una hoguera y arrojar fuego desde un avión sobre 500 bebés", dice el capitán Philip Mumford, ex oficial en Iraq, en 1937 en el libro Humo humano (Debate) de Nicholson Baker, quien recuerda Hiroshima, el uso de gas tóxico en las guerras coloniales y el visible antisimetismo en líderes políticos occidentales de los años 30.

Al tiempo, el cine y la literatura fomentan una estetización del mal: si Raskalnikov, el asesino de Crimen y castigo de Dostoievski, se retorcía de remordimientos, lo único que preocupa a los asesinos de Tarantino es que la sanagre o al amsa cerebreal no manche sus trajes o la tapìcería de sus coches.

Los títulos citados son un mínimo ejemplo. Su lectura o su visión es perturbadora y muestra un estado de perplejidad del occidental que aún no ha saldado cuentas con sus zonas más recónditas. La memoria es como un enorme archivo de fotos que cada cual revela a su conveniencia y a menudo aplicando el photoshop.

Quien tenga estómago para enfrentarse a un archivo fotográfico de la maldad humana (de Pol-Pot a la matanzas de chinos en Nanking por los japoneses) puede consultar una web terrible, de esas a las que antes de acceder a ella los anglosajones ponen el aviso de que no es apta para menores o personas sensibles: http://www.lietuvos.net/istorija/communism/communism.htmpor

Tras la segunda guerra mundial, las masacres no han cesado.En Catalunya, Àlex Rigola escenificó las matanzas de mujeres en Ciudad Juárez, según la novela de Bolaño 2666, el cine (Hotel Rwanda, Disparando a perros, El jardinero fiel) no acaba de narrar de modo fidedigno lo que sucedió en Ruanda ni en Darfur ni la avaricia occidental en el África subsahariana. Más éxito han tenido películas,como Grbavica (consecuencias de la guerra en Sarajevo) y Vals con Bashir, del isarelí Ari Folman (el papel pasivo del ejército israelí en la matanza de palestinos en Sabra y Chatila en 1982).

"Las narraciones explican mejor que la historia, y desde luego, que la historia oficial, aquello de lo que es capaz el ser humano", dice María Pía Lara, que acaba de publicar Narrar el mal (Gedisa). La autora enseña en la universidad neoyorquina fundada por los intelectuales judíos que huían de Hitler y cree que la característica contemporánea del mal es "la banalización", la que Hannah Arendt descubre en el testimonio de Eichman al ser juzgado en Jerusalén: "el que hace el mal de forma gratuita, el ciudadano común que asesina sin motivo. Eichman decía que no tenía nada contra los judíos y se justificaba diciendo que sólo obedecía órdenes. Esto es lo terrible, no tenía ninguna creencia moral que le hiciera valorar la gravedad de lo que estaba haciendo". Por eso, la pensadora mexicana cree que la obra literaria que ejemplifica ese mal contemporáneo es El corazón de las tinieblas de Conrad, "alguien que podría ser una persona extraordinaria por sus dotes de liderazgo y que desciende a los instintos más bajos".

María Pia Lara destaca para ilustrar sus teorías sobre el mal Grbavica, de Jasmila Zbanic, la historia de Esma, a quien su hija de doce años le pide un certificado de la muerte de su padre para ir a un viaje con su escuela. La niña cree que su padre murió como héroe de guerra y acaba enterándose de que en realidad fue uno de los serbios que violaron a su madre. María Pía Lara subraya que el mal "destruye la identidad de sus víctimas y crea consecuencias de por vida. Esma, por ejemplo, siente un rechazo instintivo ante cualquier piel de hombre que la roce". Lara recuerda cómo los propios alemanes silenciaron la violación masiva de sus mujeres por parte del Ejército Rojo. "La mujer era y es en muchas casos botín de guerra".

"Me habían ordenado enterrar a unos muchachos de la Juventud Hitleriana cuando ellos me encontraron", dice Martha Dowsey en el libro de Beevor. "Seis soldados del Ejército Rojo con las caras tiznadas me tiraron al suelo junto a las tumbas y me violaron, uno tras otro". La mujer tiene ahora 81 años. Durante décadas, nunca había encontrado a nadie que creyera lo que le tocó vivir. El Ejército Rojo era un grupo de héroes que había liberado a Alemania de los nazis. Muchas acabaron sucidándose, como Hannelore, la mujer del canciller Kohl, violada con 12 doce años junto a su madre. "¡Maten! ¡Maten!. En la raza alemana no hay más que mal, ¡ni uno entre los vivos, ni uno entre los aún no nacidos, nada más que mal! Sigan los preceptos del camarada Stalin. Aniquilen a la bestia fascista de una vez por todas en su guarida. ¡Usen la fuerza y rompan el orgullo racial de esas mujeres alemanas! ¡Toménlas como su botín de guerra! A medida que avancen, maten, nobles soldados del Ejercito Rojo", proclamaba Ilya Ehrenburg, el comisario soviético amigo de Picasso, Alberti y Neruda. Otros, como Heidegger, fueron incapaces de discernir el daño que ocasionaba su adhesión al nazismo.

"Me habían ordenado enterrar a unos muchachos de la Juventud Hitleriana cuando ellos me encontraron", dice Martha Dowsey. "Seis soldados del Ejército Rojo con las caras tiznadas me tiraron al suelo junto a las tumbas y me violaron, uno tras otro". La mujer tiene ahora 81 años. Durante décadas, nunca había encontrado a nadie que creyera lo que le tocó vivir. Por años, se consideró que el Ejército Rojo era un grupo de héroes que había liberado a Alemania de los nazis.

"Los occidentales, desde luego no son los únicos bárbaros", dice el divulgador de la filosofía Roger Pol-Droit, que publica Genealogía de los bárbaros (Paidós). Y cita Sayyd Qurb, el téorico de los Hermanos Musulmanes que inspiró no sólo a Bin Laden y Al-Qaeda, sino también a Jomeini, al GIA argelino, a los talibanes y a los integristas sudaneses. Una justificación a las matanzas terroristas demonizando a los occidentales como los "otros" a exterminar.

María Pía Lara habla del corazón de las tinieblas de los seres humanos y de las zonas grises a las que se refería Primo Levi, un autor que advierte: ¡cuidado con los juicios a los demás! ¿qué hubiera hecho cada uno de nosotros en una situación similar a la que ahora condenamos desde el confortable butacón de nuestra sala de estar? Soviéticos, nazis, maoístas, todo tipo de dictadores buscan la complicidad de todos. "Cuando todos son culpables, nadie es culpable. En la dictadura argentina, cuando los torturadores hacían su trabajo obligaban al pobre soldado raso a ver. Eso aseguraba su silencio".

Lo mismo sucede en las mafias. Ayala, el juez amigo de los magistrados asesinados Falcone y Borsellino, que acaba de publicar su autobiografía Chi ha paura muore ogni giorno, (Mondadori) sobre la famosa cita de Falcone: "Quien tiene miedo, muere cada día, quien no tiene miedo, muere una sola vez". Ayala, como cuenta Saviano en Gomorra (Debate), recuerda cómo se va creando una red de complicidades, de silencio y de favores, entre abogados, políticos, periodistas y corruptos: cuando todos lo hacen, nadie es culpable.

Rüdiger Safranski (El mal, Tusquets) cree que el mal, la violencia y la destrucción siguen latentes en la civilización y que, y esta es la tragedia de la libertad humana, todos estamos expuestos a experimentarlo. "No podemos erradicarlo –dice María Pía Lara- ni confiar en la justicia, que cambia según quien la interprete, sólo podemos contarlo para que no se repita, pedir la rendición de cuentas, servirnos del juicio y de la razón como filtro moral, construirnos una conciencia moral para decir que no, rechazar la complicidad que nos ofrecen, porque es más fácil hacer el mal que no hacerlo".

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