jueves, 28 de enero de 2010

Derechos de autor, antes y ahora

Juan Carlos Rodríguez Ibarra

Muchos amigos míos nunca entendieron las razones por las que yo renuncié a la paga que por ley me correspondía como ex presidente de la Junta de Extremadura. Ahora lo entenderán: por el placer de poder decirle al señor Muñoz Molina que miente cuando arremete contra mí en su artículo Parábola de Rodríguez Ibarra y las naranjas (EL PAÍS, 7 de enero) a cuento de un sueldo que no cobro.

Yo podría dedicar este artículo a difamarle y a calumniarle; recursos no me faltan; si no lo hago es por el respeto que me merece el periódico donde publico, por respeto a sus lectores, por respeto a la trayectoria literaria del señor Muñoz Molina y porque sigo teniendo argumentos. En fin, que me parece genial que, gracias a mi aportación, Muñoz Molina haya escrito el artículo más leído y valorado de EL PAÍS. Al releerlo veo que ni entra en el fondo ni termina diciendo nada. Parece como si mi artículo le hubiese servido para sostener el suyo. Y como si hablase en nombre de quienes -como él- defienden intereses propios. Y el que defiende lo suyo poco puede hacer por los intereses de todos.

Conmigo se ha cebado el señor Muñoz Molina y me han puesto por las nubes en vida, como se pudo apreciar por los más de seiscientos comentarios que produjo su artículo. Sin mencionarme ni utilizarme no hubiera tenido ni la mitad del eco. Entiendo que dudar del discurso dominante, demostrar que hay más caminos, no imponer nada en nombre de la ley, la moral, el postmodernismo o las buenas costumbres, crear un debate, no defenderse a sí mismo, ayuda a ser libre y a abrir las mentes, no a cerrarlas, como pretendía hacer el ilustre escritor con su ataque personal.

Soy profesor universitario y me gano la vida trabajando y observando la realidad que nos circunda. Algo sé de la propiedad intelectual y de las nuevas tecnologías. Cuando casi todo el mundo miraba para otra parte, yo desafié al negocio del software propietario, imponiendo en los centros escolares de mi región el software libre, sufriendo la incomprensión y la denuncia del mismísimo Bill Gates, que, como el señor Muñoz Molina, pensaba que las cosas tenían que ser como él quería y no como son.

En el debate sobre los derechos de autor y la propiedad intelectual, el escritor que me insulta defiende intereses personales, mientras que yo defiendo una nueva forma de entender esos derechos, que, por cierto, no existen desde toda la vida, sino desde que, como consecuencia de la aparición de una nueva tecnología (la invención de la imprenta), se empezó a legislar sobre esa materia. Antes de eso, los creadores ya existían pero no contaban con ese privilegio. Entiendo, pues, el malestar y laira de Muñoz Molina cuando alguien se atreve a cuestionar su modus vivendi, que, seguro, ya tenía programado para él y su descendencia para los próximos setenta años. No intentaba con mi propuesta negarle, ni a él ni a nadie, el derecho a vivir de su trabajo. Se trataba de una propuesta por la que el Estado debería comprometerse a mantener la actividad creadora de nuestro país al estilo de lo que se hace en la producción cinematográfica sin que nadie se haya rasgado las vestiduras.

La propuesta que lancé en mi artículo Fregonas y maletas de ruedas admite discusión como no podía ser de otra manera; lo que parece indiscutible es que las cosas han cambiado y que el derecho de autor necesita ser repensado desde la óptica de una sociedad que ha visto aparecer ante sus ojos unas nuevas tecnologías que vuelven inútiles el concepto de derecho de autor basado en el uso de un soporte. Como está concebido, el usuario compraba una creación que se sustentaba en un soporte encareciendo el producto final hasta el punto de que muchos consideraban un exceso el precio a pagar por un acto creativo del que el autor sólo percibía apenas un cinco por ciento.

Cuando Internet aparece y surgen propuestas que permiten obtener el producto creado sin formato y sin intermediarios, el ciudadano comienza a entender que no es razonable pagar un valor excesivo por una mercancía que se puede obtener a unos precios mucho más asequibles y baratos. Pretender mantener el derecho de autor basado en la cultura del formato es ir contra la realidad y contra el deseo de muchos consumidores que están dispuestos a pagar un euro por una creación musical y no veinte por un formato envuelto en un estuche de plástico, como lo pone de manifiesto el éxito de ventas de producciones musicales en Apple Store.

Así son las cosas ahora y, desde esa perspectiva, podremos encontrar una solución al problema planteado. Se trata de buscar un compromiso entre la socialización de la cultura y el mantenimiento de la actividad del creador.

Lo que ya es mucho menos importante es garantizar los ingresos de una industria cultural, y menos si sus intereses se contraponen con otra industria, que es la tecnológica y de la sociedad de la información. No tiene mucho sentido que los que cuantificaran el canon digital por primera vez fueran dos sociedades privadas como ASIMELEC y la SGAE. ¿Qué pintan dos sociedades privadas haciendo de recaudadores? Ese impuesto genera rechazo porque es indiscriminado y grava a todos con independencia del nivel de rentas del comprador. El canon supone que todo el que compra un soporte digital lo va a utilizar para copia privada. No es transparente. El importe del canon no es proporcional al precio de lo que se adquiere, sino que es calculado según otros elementos discrecionales, y por si fuera poco, no se conoce el destino de los fondos que se recaudan.

Cuando todo el mundo (desde editores de periódicos a agencias de viajes) anda de cabeza intentando comprender qué va a pasar con su profesión como consecuencia de la irrupción de las nuevas tecnologías que lo están alterando todo, resulta lamentable que un determinado número de creadores que conforman un lobby de presión pretenda seguir disfrutando de unos derechos basados en la cultura analógica, ignorando los efectos que la digitalización está produciendo. Es posible que los intereses económicos de ese lobby se vean dañados como consecuencia de la digitalización, pero no cabe la menor duda de que el fenómeno creativo se ha multiplicado exponencialmente desde que, además de los Muñoz Molina o de los Víctor Manuel, millones de personas pueden acceder a la publicación de un libro, a la edición de una composición musical o a la filmación de una historia que, antes, estaba sólo al alcance de unos pocos elegidos. Sería saludable que los Muñoz Molina de turno dejaran ya la cantinela de que hablan en nombre de los creadores culturales. ¿Creen de verdad los que gritan ante el Ministerio de Cultura que la creación cultural está en peligro?

El artículo de Muñoz Molina es un alegato a favor de seguir cobrando sus derechos de autor. Sería interesante que Muñoz Molina y el lobby entendieran que Internet ha servido para intermediar entre el creador y el consumidor, por lo que pretender seguir disfrutando de los derechos de autor basado en el soporte es un disparate. Comprendo la posición del lobby; me cuesta más entender que un escritor de la talla de Muñoz Molina haya acabado convirtiéndose en su vocero. No lo esperaba, aunque debe de ser irritante saber que parte de su herencia, con lo que está pasando, se le pueda ir por el sumidero.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra fue presidente de la Junta de Extremadura.

miércoles, 27 de enero de 2010

La ley de Internet "permite a la Comisión sacrificar un derecho fundamental"

La ley de Internet "permite a la Comisión sacrificar un derecho fundamental"
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* Un magistrado de la Audiencia Nacional ha publicado un escrito en el que critica la nueva ley que permitirá el cierre de páginas web.
* Asegura que la ley le da a la Comisión "una competencia exorbitante que permite sacrificar un derecho fundamental".
* Además, el juez asegura que se puede dar "arbitrariedad" y que el Ministerio de Cultura puede "perturbar e interferir" en lo judicial.

Ley de Internet

Un magistrado de la Audiencia Nacional ha criticado duramente la nueva normativa sobre la propiedad intelectual que el Gobierno quiere incluir en la nueva Ley de Economía Sostenible. En el texto, publicado en la web EcoDiario, del diario eleconomista.es el magistrado asegura que hay un "intenso intervencionismo" del Ejecutivo en este tema.

En primer lugar Francisco José Navarro, el autor del artículo, equipara la propiedad intelectual a otras de diversa índole, como una finca o unas acciones. Así, en un anteproyecto que es "sumamente confuso e indefinido" y que sigue "un hábitolegislativo pintoresco" el Gobierno sobreprotege al titular de derechos intelectuales.

"Además del juez civil y del juez penal, le surge ahora al titular del derecho de propiedad intelectual un tercer protector, el Ministerio de Cultura" lo que a juicio del magistrado "perturba e interfiere" a los dos primeros niveles de protección.

Ahora será "el sancionado quien deba reaccionar judicialmente frente a un mandato o prohibición que se le impone"

En su escrito el magistrado asegura que "se atribuye a la Comisión una competencia exorbitante que permite sacrificar un derecho fundamental" como el de la libertad de expresión, "para que prevalezca otro derecho de menor rango que éstos, el de propiedad intelectual".

Además, en el texto se hace ver que se modifica el sistema actual de justicia, que proviene del Derecho Romano, ya que por lo común es el agraviado el que debe dirigirse a un juez para reclamar su derecho, y ahora será "el sancionado quien deba reaccionar judicialmente frente a un mandato o prohibición que se le impone".

Sobre esta nueva normativa, que el magistrado considera "una pieza extraña en otra ley", planea la sombra de la "arbitrariedad" y el magistrado insinúa que la intervención de un juez parece añadida "para acallar las voces críticas que denunciaron el asombroso parecido de los cierres de páginas web con el secuestro de publicaciones".

Por último, el juez afirma que "es inexplicable que se instaure un procedimiento exprés de cuatro días, lo que no sucede ni siquiera en materia de derechos fundamentales, para amparar un derecho que no es fundamental".

lunes, 25 de enero de 2010

Peor que al vino




ROSA SOLÀ 25/01/2010

Que un joven de 27 años sea caprichoso en su manera de enfrentarse con Beethoven o Albéniz, que tenga un enfoque algo circense de la interpretación (cuanto más rápido, mejor), que sus expansiones líricas pequen de inmadurez y/o de exhibicionismo, que todavía no sepa cantar con el instrumento, que resulte duro y en exceso percusivo, que emborrone con el pedal, que no consiga transmitir al público (en esa suerte de juego hipnótico verificado en los mejores conciertos) aquello que, vivo, se esconde entre las líneas de la partitura... todo eso no tendría mayor importancia, justamente porque son cosas difíciles de evitar o de conseguir en edad temprana. Que un joven de 27 años sea un virtuoso del teclado -en el sentido técnico del término-, que tenga una energía incontenible, que haya soportado una vida muy dura y que haya estado esclavizado al piano desde su infancia... eso es algo que viven, en mayor o menor medida, todos los aspirantes a concertista, de cualquier instrumento y en cualquier país.

Lang Lang

Piano. Obras de Beethoven, Albéniz y Prokófiev. Palau de la Música. Valencia, 24 de enero de 2010.
La noticia en otros webs

* webs en español
* en otros idiomas

Siempre hay diferencias, claro. Pero no tantas como para olvidar toda la angustia de un colectivo y centrarnos sólo en una lastimera historia individual. Historia, además, potenciada por un marketing que se ha introducido en la tele, prensa, radio y hasta revistas especializadas. Hay, naturalmente, una casa discográfica detrás que potencia y disfruta el éxito de su artista exclusivo.

Un éxito que no se ve justificado por la escucha. Pueden ser discutibles los caprichos en el enfoque, en la dinámica y en la agógica que mostró con Beethoven y Albéniz: otros los han tenido y han servido para descubrir secretos latentes en las partituras. Esta vez, sin embargo, ningún secreto salió a la luz, y muchas bellezas, por el contrario, se quedaron en el tintero. Porque lo que no puede permitirse un pianista presentado como un "fenómeno" es no saber cantar con el piano, es que los atrevimientos con las obras de los grandes no queden justificados en el marco de un nuevo enfoque global, y que no reviertan en un aumento de la comunicación entre intérprete y público. Tampoco parece de recibo que, en las tensas melodías de Beethoven, desapareciera la tensión, escamoteando con lo percusivo la gracia melódica, ni que lo arrebatado de la Appassionata se transformara en una taquicardia, ni que el embrujado perfume de Albéniz pareciera sacado de una cajita de música.

Si se le aplaude tanto -como se le aplaudió- con tales mimbres, no cabe esperar que madure en sus concepciones. Aunque seguramente no es eso de lo que se trata. Mejor un rendimiento juvenil seguro que crianzas caras y trabajosas. Hoy por hoy, a un pianista se le trata peor que al vino.

domingo, 24 de enero de 2010

Triomf d’Astrud i el Col·lectiu Brossa

Triomf d’Astrud i el Col·lectiu Brossa

1. • Una aportació brillant a la tendència de maridatge entre el pop i la música clàssica

JUAN MANUEL FREIRE
BARCELONA

La unió de Genís Segarra i Manolo Martínez (Astrud), amb el Col·lectiu Brossa –versió ampliada del Brossa Quartet de Corda– és més que una raresa: és una aportació brillant al maridatge avui a l’alça de pop amb música clàssica. El que es va veure divendres, dia 22, a la sala 2 de l’Auditori, en el programa del Festival del Mil·leni, tampoc queda tan lluny dels experiments avantguardistes de gent com Owen Pallett, Nico Muhly o Tyondai Braxton; no eren les cançons conegudes amb adorn neoclàssic, sinó temes quasi nous, amb arranjaments entremaliats però complexos.
Violí, violoncel, viola de roda, marimba i vibràfon van redefinir, més que vestir, les impossibles creacions d’un dels pocs grups espanyols que conjuguen personalitat amb eficàcia pop. Manolo va fer una exhibició vocal, mentre que Genís hi va aportar grans detalls d’electrònica analògica, a més de confirmar els seus dots d’entertainer; a l’altura de Mentalismo es va estirar a terra al davant de Manolo per veure si la cançó el feia levitar. Set homes sembrats, en fi, per a un repertori ple de hits, com Cambio de idea, Me afecta, Europa, Todo nos parece una mierda o El vertedero de Sao Paulo.

AL DIA / En aquestes dues últimes comprovem que les cançons arribaven alterades, o actualitzades, també en les lletres: si abans cantaven sobre Windows Vista, aquí van cantar sobre Windows 7; i un gest jocós amb Spotify va ser rebut amb molt de xivarri. Encara únics. I grans.

miércoles, 20 de enero de 2010

Del perill roig a l’amenaça del moro

Del perill roig a l’amenaça del moro

1. • Occident ha debilitat els sectors àrabs més il·lustrats i els fonamentalismes han crescut

leonard beard
leonard beard

REYES Mate

L’Ajuntament de Logronyo ha inclòs al calendari municipal les dates del Ramadà i de la festa musulmana del sacrifici del be. És una raresa que ha pagat amb la protesta sonora dels que estimen que així «Jesucrist hi surt perdent respecte a Mahoma». Aquesta atenció a l’islam sona a provocació en un temps com el nostre en què el que es porta és multar amb 750 euros les dones que portin burca, com volen alguns diputats francesos; extremar les mesures de seguretat a tots els aeroports del món, perquè creix l’amenaça gihadista, o prohibir la construcció de minarets enmig de les pulcres ciutats suïsses.
Un cop dissolt el perill roig, emergeix l’amenaça mora, amb l’avantatge que això ho fem millor perquè Occident disposa d’un demolidor imaginari moro, llaurat durant segles. L’Orient creat per Occident va ser el subtítol que va donar Edward Saïd al seu cèlebre llibre Orientalisme. Europa –i per tant Occident, que és plusquam Europa– sempre s’ha mirat el melic. Sent la pàtria de la filosofia, s’ha cregut que és la seu de la raó, la casa de la il·lustració i l’encarnació de la civilització humana. Va recórrer a aquest destí superior per conquistar les terres americanes que no li pertanyien esgrimint la creu, va convertir el continent africà en un mar de colònies gràcies a la seva superioritat tècnica i, recentment, va exportar la democràcia a l’Iraq a cop de canó.
Si Europa era el centre, la resta era el que Europa excloïa. Incapaç de tractar l’altre com un partner, només podia veure en el no europeu l’encarnació d’allò que ella rebutjava, menyspreava o temia. Entre aquests altres demonitzats, el moro se n’ha endut la pitjor part. Per a l’edat mitjana, va encarnar l’infidel; per al modern, la prehistòria. En l’imaginari col·lectiu va representar l’invasor, quan va ser fort, i l’immigrant irreductible als valors occidentals, quan ha estat pobre. L’espanyol accentua si és possible aquests trets maleïts, ja que no oblida els segles d’ocupació musulmana de la Península ni tampoc les milícies marroquines en les tropes de Franco.

ÉS CLAR que no es pot negar que existeix el terrorisme d’origen islàmic. Ho sabem prou bé a Espanya. I és innegable que aquest terrorisme és una amenaça creixent que obliga a combatre’l. Però alguna cosa estem fent malament perquè el perill creix com més el combatem. L’estratègia dissenyada pels Estats Units –que passa per la guerra a l’Iraq, ara a l’Afganistan, l’assetjament a l’Iran i la sospita sistemàtica del moro– és com apagar un incendi amb gasolina.
Hem aconseguit debilitar els sectors més il·lustrats dins del món àrab i han crescut els fonamentalistes. Augmenta la llista de líders àrabs moderns i moderats perseguits pels reaccionaris de dins i marginats pels suposats civilitzadors de fora. Hi ha hagut i hi ha intel·lectuals reformistes que se senten aïllats perquè sumen a les persecucions de dins el menyspreu dels col·legues de fora. Domina, efectivament, entre aquests intel·lectuals la preocupació per cohonestar tradició amb modernitat, religió amb democràcia. Els intel·lectuals europeus els miren amb gest de superioritat perquè pensen que aquests intents queden lluny del que al seu moment van plantejar Locke, Voltaire o Lessing. A Occident, es diuen a si mateixos aquests genis europeus, hi ha una teoria de la tolerància seriosa basada en valors universals, com la raó, i no en assumptes privats i incontrolables com és la religió. Però raonant així ens enganyem a nosaltres mateixos, perquè la Il·lustració europea no va abandonar mai la terra del cristianisme, per més que un fos deista i l’altre agnòstic; i també perquè en la història de l’islam hi abunden moments de màxima tolerància.

En lloc d’aquests judicis sumaríssims sobre la possible o impossible relació entre islam i democràcia, més valdria que prenguéssim nota d’alguns notables casos d’acostament intel·ligent als problemes d’aquests pobles. Per exemple, repassar el que explica Calderón de la Barca a la seva obra El Tuzaní de la Alpujarra en què porta a escena els successos de la guerra de l’Alpujarra. Per als historiadors, aquells successos van determinar l’expulsió dels moriscos, l’any 1609. El dramaturg, no obstant, se centra en un cas d’extermini local. Han de morir perquè es rebel·len contra un poder polític que no respecta els acords. Hi ha un personatge menor, el morisc Alcuzcuz, el gracioset, que és digne d’atenció. Aquest morisc se salva perquè en el moment oportú emmudeix. El preu de la seva vida és el silenci. Se li perdona la vida perquè renuncia a parlar. Però, ¿quina vida l’espera, es pregunta el dramaturg Juan Mayorga que ha rescatat l’obra, si per viure ha de renunciar a «tener fiestas, hacer zambras, vestir sedas, verse en baños, juntarse en ninguna casa, ni hablar en su algarabía», com havia decretat Felip III?
Sense pretendre descarregar els terroristes de les seves responsabilitats, ha arribat l’hora de preguntar-nos si aquesta explosió de violència assassina, moltes vegades suïcida, no és el resultat d’una història de negació del Pròxim Orient per part d’un Occident abstret en ell mateix.

Filòsof i investigador del CSIC

viernes, 15 de enero de 2010

Bienvenidos a lo normal

Tras quince años de espiral enloquecida, volvemos a sentirnos cómodos con productos baratos, a huir de los excesos y de lo ostentoso, a buscar viviendas razonables a precios justos

Montserrat Domínguez

Victoria Beckham se quita pecho: lo leí ayer en este diario. Si además se baja de los estilettos de 20 cm, será que se ha sumado –consciente o no– al movimiento "normal": la normalidad ha vuelto para convertirse en un valor en alza.
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Lo cuenta Newsweek esta semana: tras quince años de espiral enloquecida, volvemos a sentirnos cómodos con productos baratos, a huir de los excesos y de lo ostentoso, a buscar viviendas razonables a precios justos. Una sabrosa y honesta escudella desplaza en la mesa a los manjares exóticos y las cuentas desorbitantes. En la calle, ni rastro de los tacones de vértigo sobre plataformas ortopédicas que inundan las páginas de moda de las revistas. Los datos de turismo son realistas: el de negocios, el de los hoteles acristalados y spas de espuma de caviar, está de capa caída.

Dejemos lo extravagante para la literatura, el cine y la tele, el arte y la red, o para pequeñas ráfagas de amor propio. Exijámonos mesura y exijámosla en nuestro entorno: mesura a los banqueros en sus bonus, a los empresarios con los ERE, a los sindicatos en sus posiciones maximalistas. Se llevan los políticos eficaces –léase la significativa columna de Fernando Ónega sobre José Blanco de ayer– y las obras públicas ajustadas a la realidad, porque, ¿qué sentido tienen ahora las obras mastodónticas que lastrarán durante años la rentabilidad de un aeropuerto? (La hermosa T4 de Barajas o T1 de El Prat, por ejemplo, cuando estén rentabilizadas serán ya obsoletas).

Pidamos mesura a los jueces: a los magistrados del Tribunal Constitucional que deben decidir sobre el Estatut, y a quienes quieren cargarse al Constitucional; mesura al juez que pide al alcalde de la fantasmal Seseña un millón de euros de fianza por sus "calumnias" contra el Pocero; y mesura al otro juez –Rodríguez– que pide para dos periodistas de la Ser cárcel e indemnizaciones extravagantes por informar sobre un fraude: les presume solventes al comparecer "con un letrado de confianza" (sic).

A algunos alcaldes también hay que exigirles mesura, porque volver a la normalidad no significa volver al pasado: hay cosas que nunca volverán a ser como antes. En España pronto habrá un millón de inmigrantes en paro, de acuerdo con el Anuario de la Inmigración 2009, que conocimos ayer. Comono hay dinero, envían menos remesas a sus países de origen, dejan de pagar las hipotecas contratadas a bajo coste o comparten más aún las viviendas: en Madrid, casi un 10% convive con más de siete personas. La crisis les azota con mayor virulencia, pero sólo una pequeña parte se irá: por tanto, y aunque no voten, la prioridad de cualquier dirigente local es hacer malabarismos para que los servicios municipales les atiendan a ellos y a todos.

Cuando los tiempos vienen duros, es un error dejar que la desesperanza abone el terreno a los populistas, los xenófobos y los grandilocuentes. Da igual que medren en Vic, en Torrejón de Ardoz, en Calabria o en Alemania: en Europa ya aprendimos esa lección.

Najat, ilegal
José Martí Gómez me recuerda que esa prodigiosa escritora que es Najat el Hachmi llegó a Vic desde Marruecos con 8 años y que, tras estudiar y prepararse como la mejor, tuvo que aceptar los trabajos que ningún autóctono quería. Ahora, si se cumple la absurda norma del alcalde de no empadronar "ilegales", Najat ni siquiera podría haber estudiado. Cuenta Martí que, tras la escuela, apenas hay programas de integración.